CRÓNICAS: Colectivo Panamera. Las Armas, Zaragoza, 26/4/2024. Por Beatriz L.

El pasado viernes, en la Sala Las Armas de Zaragoza, Colectivo Panamera armaron una gozosa verbena en la que no nos quedó más remedio que -como decía una muy cañera profesora de canto a la que tuve la suerte de conocer- “picarnos el hormigón de las caderas”.

Comenzaron este proyecto musical el zaragozano Nacho Taboada a la guitarra y voz, el argentino Pepe Curioni al bajo -y también voz en ocasiones- y el polaco Vanja Polaceki. Tras abandonar el formato trío, continúan al frente Nacho y Pepe, que cuentan para su gira actual con el guitarrista “gallego de Kentucky” Pablo Pérez y el asturiano Adri Cheriff a la batería, con quienes llevan ya compartido un buen trecho de camino.

El concierto fue una revisión radiante de los dos discos que han facturado hasta la fecha, repletos de temas que van fluctuando entre la sensibilidad, los aires de la otra orilla del Atlántico y momentos altos en intensidad de distintos pelajes sonoros (¡no solo de cumbia o calypso!). De ahí ese “bailar llorando” del que hablan algunos de sus seguidores, porque los cuerpos del respetable no pueden parar con los bailables que dispara el Colectivo, jugando a la contra de lo que pueden contar al mismo tiempo las letras de esas mismas canciones.

Tras comenzar con la alegría al descuido de Pintas, soltaron ya un Quiero mucho más que nos dejó zapateando sin remedio. Pasaron rumbeando por La décima (y ese guiño al bolero mexicano Perfidia) metiéndose en el terreno de la verbena estival con Hace días, para salir del verano con la pena de cuando esos amores, tan chispeantes como efímeros, terminan. El jardín sonó para atemperar la llegada de esta especie de otoño musical y como antesala a la fronteriza Ninguna parte, con guitarreos que -más adelante en el tiempo del concierto- en Hacia el sur, volverían a evocar el mundo western y esos paisajes de tequila y galope, hasta quemar las suelas de las botas. Volvió la nostalgia a ritmo de bachata con la última canción que han compuesto, Tres otoños, y continuó la cosa en el tono apacible y bailongo a la vez de Las grietas del tiempo. De repente, agasajaron al personal con su interpretación de El lado oscuro, de Jarabe de Palo, que emocionó. Claro que sí. Y a partir de allí continuó la alegre mezcolanza de mucha fiesta y algo así como la reivindicación del amor -quién dijo miedo, quizás este sea el momento- con la mitad del concierto todavía por delante. Como es importante dejar espacio al deseo y la imaginación de quienes han de acudir a la llamada de este Colectivo, trataré de no entrar en mucho detalle. Sí diré que brilló El arenal, muy coreada por las almas presentes y con regalo-traca final por parte del batería. Tampoco faltó esa delicia que es Para olvidar y se escucharon destellos de buen rock e incluso rockabilly simpático que nos hizo meternos a todos en La carretera. Incluso llegamos al final del concierto con un momento de prueba física de “tren inferior”, que el respetable pasó con cierta holgura. No se podría hacer lo mismo en otros foros sin acabar utilizando el servicio de socorro, y estos chavales lo saben. Llegaron los bises -sin solución de continuidad- para redondear el combo: empezaron suave, con Guadalupe, para seguir con Te llevo dentro y su “instante Shakira”, que engarzaron con gracia y poderío, y despedirse definitivamente con el contoneo de Tienes flow.

Fueron generosos y sonaron muy bien. Si hubiera de poner un mínimo “pero” sería el volumen de la conversación de fondo del jolgorioso público en los temas más tranquilos y, quizá, el del micrófono de Nacho un pelín bajo, pero nada que dependa directamente del buen hacer de la banda.

En definitiva, una delicia para una noche de viernes y una suerte saber que, según cuentan estos tipos tan majos y aplicados, dicen por ahí que no hay dolor. Bien por ellos. Un placer.

Beatriz L. / Foto, Almudena G. Erdociaín