León Benavente. Lata de bombillas. Zaragoza, 23124. Por Jaime Oriz
León Benavente. Lata de bombillas. Zaragoza, 23124. Por Jaime Oriz

CRÓNICAS: León Benavente. Lata de bombillas. Zaragoza, 23/1/24. Por Alejandro Elías

La Lata de Bombillas cumple este año nada menos que su primer cuarto de siglo, habiéndose logrado posicionar como uno de los locales musicales de referencia en toda España. A la vista está y prueba de ello es que los más famosos e importantes grupos del circuito alternativo del país están acudiendo a la llamada de su propietario para celebrar con sus conciertos esta fecha tan especial para la sala. Una sucesión de primeros espadas ofrecen sus actuaciones, contra todo pronóstico, para un reducido y afortunado grupo de fans que muchas veces asisten incrédulos al espectáculo que supone poder ver a sus artistas favoritos a centímetros de distancia y salpicados por su sudor. Es lo que sucedió anoche con León Benavente, que no solo no ofrecieron un concierto acústico o con instrumentación reducida -como suele ser lo habitual para este tipo de shows- sino que dieron el concierto más salvaje, atronador, eléctrico y grasiento que yo haya presenciado en mucho tiempo. El público no podía creer lo que estaba viendo y será, sin duda, uno de esos conciertos que se recuerden durante mucho tiempo en los mentideros musicales de la ciudad. Salieron los cuatro leones a darlo todo desde el primer minuto, con su arsenal de sintetizadores, guitarras, bajos y teclados con el volumen al 10. Abraham Boba parecía que estuviera en el salón de su casa y se metió al público en el bolsillo desde el mismo momento en que agarró el micro con las manos para decir que sienten Zaragoza como su segundo hogar. La colección de canciones que sonaron no pudieron estar mejor elegidas: una combinación perfecta entre sus más laureadas composiciones añejas mezcladas con la casi totalidad de las que conforman su último álbum, como la magistral «Nada», «A la moda» o ese «Baile existencialista» que derrumbó el local a grito de «danza, danza, danza». Pero fue con temas como «Ser brigada», «La ribera», «Ánimo, valiente» o sobre todo «Estado provisional» con las que Luis, Edu, César y Abraham consiguieron que público y banda fueran un solo ente ardiendo en una comunión casi sexual. El sudor, el baile, la cerveza, la fiesta, el ROCK… son conceptos que se manejan habitualmente en un show de León Benavente, pero que anoche se elevaron a su máximo exponente al tratarse de tan único e irrepetible evento y como se dice coloquialmente: se «conjugaron los astros». Las letras del grupo jamás habían adquirido semejante significado, y es que pareciera que las 99 personas presentes estuvieran ahí en busca de esa respuesta que solo parece conocer Abraham Boba. El existencialismo que exhibe su lírica es perfecto y determinante para los tiempos que corren, en los que el mundo se inmola a sí mismo con la elección de mandatarios como Trump, el culto masivo al consumismo, la conversión de jóvenes -y adultos- en zombies por culpa del móvil, la cada vez más alarmantemente baja capacidad de concentración y raciocinio, la velocidad insostenible a la que laten las grandes ciudades, o la falacia en la que convertimos diariamente un propósito vital absolutamente desnortado. Quizá la respuesta a esta «nada» sea el hedonismo mezclado con el compromiso artístico que propone León Benavente, quemar las naves antes de que sea demasiado tarde, discernir, convertirnos en piedras que flotan sobre las aguas esquivando esta esquizofrenia colectiva de la que solo la música logra salvarnos.

Texto: Alejandro Elías / Fotos, Jaime Oriz

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